Encuentro de jóvenes y amigos de la TSS en Bilbao

En chino, la palabra “amar” se escribe con tres ideogramas: una mano, un corazón y un pie. Significa que uno debe expresar su amor con la mano en el corazón camino del objetivo amado.

Mbarek, Sow, Roland, Frédéric… y tantos otros más saben mucho de camino y de búsqueda. Su extenuante travesía es una prueba de amor a sus seres queridos, a sus raíces y a una vida que ellos planearon mejor.

Decidieron arriesgarlo todo rumbo a un destino desconocido. Aprendieron a llenar su mirada en silencio hasta que descubrieron que no era necesaria, que solo contaba la de los demás, y durante mucho tiempo guardaron en su memoria las palabras que el nuevo idioma no les permitía pronunciar.

Viven entre su origen, la tierra de nacimiento; y un destino, el país de adopción. Sienten que los dos les pertenecen y asumen que son y serán para siempre extranjeros en tierra prestada.

Conocen el lema del superviviente: no preguntar nunca por qué, y saben que se trata de sobrevivir, de existir y de seguir “siendo” para poder “estar”.

Aprendieron los mil colores del cielo y del mar, compañeros de eternos días de huida, y se hicieron expertos en matices y en saber mirar.

La Transpirenaica Social Solidaria tan solo traslada, humildemente, el sentir de estos jóvenes a un escenario especial: la montaña. Durante 42 días de travesía nos escuchamos, nos hacemos eco y moldeamos el barro del camino. No nos asusta el esfuerzo, la sed, el calor o el frío, viejos compañeros de fatiga. Tan solo pedimos la oportunidad “de ser” y “de hacer” que por derecho humano nos pertenece.

Dicen que solo disfrutamos de la belleza que merecemos, pero para ello se necesita una mirada transparente y un corazón agradecido.

Si las montañas pudieran hablar llevarían a nuestra conciencia la historia que estos jóvenes, con voz entrecortada, se atreven a susurrar.

Sabemos que quien escucha a un testigo, se convierte en testigo, y no hay dolor en el alma que no lo necesite.

Entrada escrita por Susana Ruiz, educadora TSS